martes, 16 de noviembre de 2010

Racismo y intolerancia

Formamos parte de una misma especie y así como nuestras semejanzas nos reafirman, nuestras diferencias nos enriquecen. Llevamos el germen de la vida y de la muerte. El de la vida porque la célula más pequeña que nos compone, sabe que nuestro futuro solo lo asegura la diversidad y su interacción…. El de la muerte porque un instinto destructor basado en prejuicios y distorsiones, nos hace temer u odiar lo que no conocemos. Mal asunto entonces cuando nos encontramos con lo singular. Apelamos a la infamia, despreciando, condenando y fingimos una sonrisa como una inútil limosna. Mala tolerancia es la que tiene que tolerar. Homosexuales, cojos, deficientes, todos son válidos para el saco….Mal asunto cuando en busca de un trozo de pan, un hombre hurga en nuestra basura y no somos capaces de llorar. Desde nuestra holganza, solo vemos una silueta imprecisa desdibujada por la soledad… Mal asunto cuando nos encontramos con alguien venido de lejos y gritamos: ¡ésto es mio!….Pero no nos atrevemos a mirarle a los ojos por miedo a vernos reflejados. Por miedo a la certeza de que ese hombre exótico, siente lo que en su lugar nosotros sentiríamos. Por miedo a saber que no merece tan poca ventura. Ser conocedores de la injusticia nos obliga a combatirla o a convivir con una espina incrustada en la conciencia…Por eso es más fácil no mirar, no escuchar, creer en nuestra inocencia y en que ese mismo hombre y el destino, son los únicos responsables de su suerte. No somos dueños de las ideas, las ideas nos dominan. Es más sencillo juzgar que comprender, censurar que tolerar. No cuesta nada la aceptación de la desigualdad, cuando estamos en el lado bueno del mundo... Camino corto, camino cómodo, camino rápido….¿Son el color de la piel o la condición los que dignifican a la persona?. La dignidad es inherente al ser humano, es su alma social, el reconocimiento como semejante, su certificado de existencia….. Negarle esa cualidad es negar su derecho a la vida. Alguien puede creerse al margen de estos sentimientos pero una inercia de conductas mecánicas nos vinculan de algún modo con ellos. Yo no soy racista, me dicen. Frase recurrente y tramposa que suele esconder un "pero"….Vas desarrapado, pareces un gitano…Explotador, miserable, eres un judío…Éste es un trabajo de chinos, aquello son mariconadas. Pareces catalán, pareces gallego, pareces gaditano….Gabacho, sudaca, guiri, yanki, sidoso, godo, calorro, negrata, moraco!!!….En el verbo comienza o termina el racismo, la intolerancia, la exclusión. Es el apartheid de las palabras que va o viene por caminos sinuosos, hacia o desde su representación más perversa, que es la abolición selectiva del individuo o el homicidio en su representación más cruel.

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